A vueltas con el cambio de horario

¡Pero cómo! ¿Aún no te has entrado de que esta noche han cambiado el horario? Si es así, es que vives en tu mundo. Y haces bien.

El resto de mortales, llevamos, al menos, una semana soportando a los pelmas que no dejan de hablar del cambio de horario, como sucede cada seis meses. Los unos nos informan de forma machacona, como si no supiéramos que pasamos a tener el horario de verano el último fin de semana de marzo y que el de invierno es el último fin de semana de octubre, así como que el Black Friday es, siempre, el último viernes de noviembre. Pero eso sí, año tras año nos lo vuelven a recordar.

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Y que nos recuerden estas fechas, pase, pero que año tras año nos cuenten las mismas memeces de que si esta noche dormiremos una hora menos o una más, según toque o que «aquí tienes los 5 tips para que no te afecte psicológicamente el cambio de horario». Por cierto: ¿He dicho «tips»? Sí, y es que a algunos, lo de decir «consejos», les suena vulgar, menos conciso, anticuado o de menos empaque que decir «tips», en un correcto espanglish.

A lo que iba. Si yo no trabajo el domingo después del cambio horario, me acuesto cuando tengo sueño y me levanto cuando me despierto, que alguien me diga si he dormido una hora más o menos que cuándo. Otra cosa es que me tenga que despertar cuando suene el despertador, entonces sí que habrá una hora de diferencia respecto de la hora del día anterior, pero ¿Y si me he acostado una hora antes o una hora después, según sea invierno o verano? ¿Entonces también he dormido una hora más o menos? Pues va a ser que no. Vamos, que eso de que con el cambio de horario se duerme una hora más o una hora menos, para nada.

¿Y qué me dices de los severos trastornos psicológicos que produce el cambio de horario? ¿De verdad alguien puede creer semejante anomalía intelectual? Resulta que los viernes te vas de marcha (ahora ya no por el puto toque de queda) y vuelves a casa el domingo por la tarde sin haber dormido. Esto no te causa trastornos aunque lo repitas semana tras semana, pero adelantar o retrasar una hora cada seis meses te produce serios trastornos. ¿En serio? ¿Tan sensible eres?

Un consejo: Nunca te vayas de viaje a esos remotos lugares donde vas en verano, véase Cancún o Punta Cana, y donde pasas una semana alternando la playa con la piscina y la discoteca, porque allí, el cambio de horario no es de una hora. Aunque el alcohol igual palía los efectos del cambio horario.

Y ante el más sesudo de los argumentos en contra del cambio horario, ese que nos muestra una fotografía de la tierra con una parte de Europa a oscuras y otra ya con luz solar. Bien esa foto demuestra que cuando una fuente de luz incide sobre un cuerpo esférico (atentos terraplanistas), a medida que éste gira, se van iluminando las zonas que se enfrentan a la luz y se van oscureciendo las que quedan por detrás. En el caso de la Tierra y el Sol, esto es un fenómeno astronómico, pero la hora de un país, no tiene nada que ver con los fenómenos astronómicos, sino con la organización político-administrativa de dicho país. Y digo organización político-administrativa, porque si en España, la unidad de horario en vez de estar regulada por la constitución, se dejara al libre albedrío de las comunidades autónomas, habría 17 horarios diferentes y unas cambiaría la hora en verano e invierno y otras no.

En definitiva. España es un país que vive del turismo y vive de la hostelería, aunque a muchos les pese. Y además somos un país que nos gusta vivir en la calle, disfrutar de las terrazas y de los paseos vespertinos y si nos quitan el horario de verano, los ingleses, los nórdicos, los alemanes y todos los turistas que vienen a España a disfrutar de las largas horas de sol que tenemos, se irán a Grecia o a Italia donde habrán sabido interpretar que aquello que te funciona, mejor no lo cambies o arruinarás el negocio que te da de comer, como ya hiciste en su momento con la reconversión desmantelación industrial.

Author: fbno

Sarcástico, irónico y cáustico. Agnóstico, irreverente, apolítico, apátrida y ciertamente asocial. Defensor del abstencionismo reflexivo y amante de la penúltima cerveza y del Rock.